Montelíbano. La empresa financia 86 becas a jóvenes de escasos recursos que antes no tenían ninguna oportunidad y hoy se constituyen en los profesionales idóneos para liderar el desarrollo de la región
“Compartir con los becarios de Cerro Matoso que ya son profesionales de varias universidades y cuyo origen son las comunidades campesinas, indígenas y negras de la zona de operación en donde las oportunidades para estudiar son mínimas, no tiene precio”, así lo describe el presidente de la empresa Ricardo Gaviria.
Se están conmemorando cinco años de la puesta en marcha del Programa de Becas de acceso a la educación superior para las comunidades asentadas en el área de influencia de la empresa, y aunque cada semestre se realizan estos encuentros, el más reciente fue llamativamente emotivo, cargado de júbilo y notorio en aplausos para estos jóvenes.
El presidente Gaviria dijo que, “hemos entregado 86 becas, tenemos diez graduados y veinte próximos a terminar. Nos llena de orgullo y satisfacción contar con este programa que está transformando la vida en muchas familias. Cuando en la casa hay un profesional la vida es diferente. Es gratificante para la empresa tener a varios de esos becarios como practicantes en nuestra operación, qué mayor logro para el proyecto. Ustedes, jóvenes, han confirmado que, con tan solo creer en sus habilidades, sí es posible salir adelante, rompiendo cualquier barrera y demostrando que aprovechan las oportunidades al máximo con hechos, el agradecimiento”.
Este programa es pionero en el país, es el sector privado capacitando a las comunidades para que sean ellas las que se empoderen de su desarrollo. Las generaciones educadas son la semilla del progreso. El plan incluye no solo el desembolso económico para toda la carrera, desde la presentación de los exámenes del Pre-Icfes y el ingreso y adaptación a una universidad, se realiza un acompañamiento desde la Fundación Cerro Matoso. Los becarios dicen que nunca estuvieron solos. Las crisis propias de los muchachos por haber escogido una carrerra equivocada, el establecerse en una ciudad grande con más obstáculos y la propia convivencia, fueron problemáticas resueltas satisfactoriamente con el respaldo del equipo de la fundación.
Detrás de cada estudiante becado se esconde una historia de sacrificios, esfuerzos, responsabilidades, sueños rotos y cumplidos. Muchos de estos jóvenes recibieron clases de secundaria debajo de la sombra de los árboles en el cálido Alto San Jorge y otros solo veían la pesca o la agricultura como su futuro inmediato. Con la beca cambiaron las expectativas y se enfrentaron a innumerables retos.
Diani Luz Vitar Díaz, se graduó en Montería en Cocina Internacional y Organización de Eventos, comenzó Ingeniería Ambiental y sintió la derrota, pero con empeño se reorientó y ahora vive su gran sueño. Alber Suárez, Tecnólogo en Construcción Civil, debió cambiar de una universidad al SENA y padeció el impacto brutal de irse del campo a la gran ciudad. Davison Suárez, Tecnólogo en Sistemas Electromecánicos, al comienzo no siguió el Plan de Estudios y tomó materias en desorden y tardó cuatro semestres en salir de esa pesadilla. Geidi Tatiana Sáenz, Licenciatura en Pedagogía Infantil, viajó todos los días de su carrera desde Puerto Colombia a Montelíbano; su secreto: la máxima dedicación. Loraine Martínez, Trabajo Social, ahora que conoció la vida académica quiere seguir en las aulas estudiando idiomas y aspirando a irse al exterior. Luis Alfredo Mora, Ingeniero de Sistemas que hace las prácticas en Cerro Matoso pero ya tiene ofertas laborales en Montería. Luis Fernando Romero Carvajal, Tecnólogo en Gestión de Recursos Naturales, considera que su vida cambió totalmente y que es necesario que las relaciones entre la compañía y las comunidades sean bajo un ambiente de armonía constante.
Padre e hija
Manuel de Jesús Taborda es el Presidente del Consejo Comunitario de Comunidades Negras de Bocas de Uré, su hija Tatiana es de las primeras beneficiadas y en breve se titulará en Comunicación Corporativa en la Universidad de Medellín. Hizo sus prácticas en Cerro Matoso. Dice el padre que tener profesionales era algo imposible y que solo con el programa de Cerro Matoso las comunidades lograron abrir esta alternativa. “Para transformar a las comunidades, los jóvenes deben ir a la educación superior. Este plan ha impactado mucho y ha revolucionado la región. Ahora todos los muchachos aspiran a las becas. Ellos son los llamados a gestionar el desarrollo, las problemáticas son sociales. La calidad de vida ha cambiado en las familias”.
La hija, inspirada por la alegría, señala que, “no fue solo una beca, fue un acompañamiento total de la fundación, fue un proceso hermoso y enriquecedor. Cerro Matoso trae desarrollo, es un gana-gana”.
Ejemplo de compromiso
Una de las primeras graduadas fue Diani Vitar, quién se formó como Técnico Laboral por Competencias en Cocina Internacional y Organización de eventos en el Instituto Tecnológico San Agustín de Montería, Córdoba. Pertenece al Cabildo Indígena de Puente Uré y de niña no tenía alternativas de crecer profesionalmente. “Fue una gran oportunidad haber recibido este beneficio. Recuerdo el día que me gradué, lloro de emoción. Es el logro más signitifcativo a nivel personal y profesional. Es la apertura a un nuevo mundo. Agradezco a Cerro Matoso y a todos los que me apoyaron a cumplir mi gran sueño”. Diani recibió mención de honor por el mejor proyecto de grado en su carrera.
“Crear es mi motivación”
Luis Alfredo Mora, de la Junta de Acción Comunal de Boca de Ure, estudiante y pasante de Ingeniería de Sistemas, ganó el primer puesto de HACKATHON 2018, en el programa transformación digital en Montería. “Acceder a la educación superior y poder estudiar la carrera que a uno le apasiona es el secreto para lograr destacarse en los proyectos de investigación. Es maravilloso poder conocer todas las grandes cosas que puedo llegar a crear, esa es mi fuente de motivación y por eso siempre doy todo lo mejor”, dice Mora. Actualmente es estudiante en práctica de Informática
Detrás de cada estudiante becado se esconde una historia de sacrificios, esfuerzos, responsabilidades, sueños rotos y cumplidos. Muchos de estos jóvenes recibieron clases de secundaria debajo de la sombra de los árboles en el cálido Alto San Jorge y otros solo veían la pesca o la agricultura como su futuro inmediato